Philipp Engel: «Hace 200 años los estadounidenses ya soñaban con tener una casa con jardín en las afueras y lo seguirán haciendo»

Periodista cultural y comisario de la exposición ‘Suburbia. La construcción del sueño americano’ / Fotógrafo: Juan Carlos Rodríguez

Por Marc Amat

Una casa con jardín, piscina y garaje de dos plazas en un barrio residencial idílico: junto a la naturaleza, con niños y niñas corriendo en bicicleta y vecinos que, de vez en cuando, te visitan con una sonrisa y una tarta de arándanos entre las manos. Éste podría ser el barrio donde vive Elliot, el niño de E.T., el extraterrestre (1982); la ordinaria familia Burnham, en la premiada American Beauty (1999) o el pequeño Kevin de la saga de películas Solo en casa (1990-2021). Desde hace décadas, el cine, la televisión y la publicidad creada en Estados Unidos nos ha mostrado protagonistas que hacen vida en un entorno idílico, en los suburbs estadounidenses. En Catalunya, pese a la influencia de las pantallas, la palabra suburbio ha mantenido una connotación bien distinta: en vez de ser los barrios donde reside la clase acomodada, es donde vive la gente con menos recursos.

Hasta el 8 de septiembre de 2024, el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) acoge la exposición Suburbia: La construcción del sueño americano. Es una muestra que acerca a los visitantes al imaginario de la casa familiar idílica. Les invita a reflexionar sobre este estilo de vida, el valor de la ciudad y la función del espacio público. Para saber cómo se crearon los suburbs, cómo conectan con ciudades europeas como Barcelona, y qué impactos sociales, económicos y medioambientales tiene este modelo urbanístico, conversamos con Philipp Engel, comisario de la exposición y periodista especializado en cine y literatura.

Los suburbs estadounidenses son algo más que un modelo urbanístico: un estilo de vida, un rasgo cultural… ¿Cómo se ha planteado la exposición?

La muestra traza un recorrido por la historia cultural de los barrios residenciales de Estados Unidos, desde principios del siglo XIX hasta la actualidad. Quien la visite se dará cuenta de cómo los suburbs han dejado rastro en todo tipo de disciplinas artísticas. Por ejemplo, en la exposición encontrará fotografía, pintura, literatura – en parte procedente del fondo bibliográfico del Instituto de Estudios Norteamericanos (IEN)-, cine y televisión. Ésta es la parte más pop, pero la muestra acaba con un espacio dedicado a descifrar cómo resuena este fenómeno en Catalunya, a través del urbanismo disperso. Es un colofón final más analítico.

Hablamos de los inicios de los suburbs. Dices que nacieron en el siglo XIX.

Sí. Es la tesis de Kenneth T. Jackson, uno de los primeros historiadores que estudió este fenómeno. Él asegura que la semilla de los suburbs estadounidenses apareció a finales de la década de 1810, coincidiendo con la inauguración de un ferry de vapor que conectó Manhattan y Brooklyn. De repente, los habitantes de Manhattan podían vivir en un entorno natural y tranquilo a tan sólo 20 minutos del ruido de la ciudad.

Por tanto, ¿la aparición de los suburbs está conectada con la revolución industrial?

Exacto. Eran tiempos de muchos cambios. Más allá de ser una época marcada por el progreso técnico y económico, en la revolución industrial hubo epidemias, grandes oleadas migratorias, incremento de la delincuencia y del consumo de alcohol… El entorno urbano se demonizó y, por el contrario, el espacio natural se convirtió en un lugar de refugio. Con la puesta en marcha de nuevos métodos de transporte como el tren o el ferry de vapor, se produce una primera ola de suburbanitas.

¿Quién formó parte?

Los primeros en moverse hacia los entornos rurales fueron familias de clase acomodada. Los cabezas de familia querían marcharse de la ciudad para crear una especie de santuario en medio de la naturaleza donde dejar a la mujer y los hijos, pero que estuviera bastante cerca del núcleo urbano para ir sólo a trabajar. Robert Fishman, otro de los estudiosos del tema, tiene un libro llamado La utopía burguesa donde analiza cómo los burgueses del siglo XIX dieron el paso de convertirse en suburbanitas. Se marcharon los más ricos y provocaron la admiración del resto.

Y así es cómo se creó el sueño americano.

Sí. A mediados del siglo XIX la gente empieza a soñar con tener una casa con jardín en la periferia de la ciudad. Muestra de ello es el éxito comercial que alcanzaron los libros de Andrew Jackson Downing, uno de los padres de la arquitectura paisajística estadounidense. Él se dedicaba a la venta de plantas, pero también escribía y acompañaba sus publicaciones de dibujos de mansiones ajardinadas. La gente que no podía permitírselas, se compraba los libros y pensaba que, tal vez, en un futuro, podría llegar a tener una. La primera parte de la exposición trata del nacimiento de ese sueño.

¿Este fenómeno también llegó a Europa?

Las ciudades del mundo anglosajón se desarrollaron de forma diferente a como lo hicieron París o Barcelona. En la capital catalana, por ejemplo, la burguesía del siglo XIX se fue a vivir al Eixample. Ahora bien, sí existen tímidos precedentes ingleses que, incluso, son anteriores al primer suburb estadounidense: a finales del siglo XVIII, algunos burgueses de Londres empezaron a emigrar fuera de la ciudad. Sin embargo, el volumen de personas no tenía nada que ver con las 200 que se movían ferry arriba y ferry abajo entre Manhattan y Brooklyn a partir de 1814.

¿Quizás por eso la palabra inglesa suburbs y la castellana suburbios tienen significados diferentes?

A pesar de ser una palabra que procede del latín, en catalán y en castellano siempre la hemos utilizado con una connotación negativa. Sin ir más lejos, la RAE la define como «una zona deprimida en la periferia de las ciudades». El IEC hace constar el matiz «donde vive la gente humilde». Para nosotros, un suburbio es un barrio en las afueras de la ciudad, lleno de torres de edificios donde viven los emigrantes que van a trabajar a la ciudad. Un espacio industrial. Cuando leemos en el diario «Se encienden los suburbios de París», no se están refiriendo a un barrio residencial con aspersores regando el césped.

Por tanto, los movimientos demográficos entre Estados Unidos y Europa también son diferentes…

En Estados Unidos se ha producido el efecto donut. Cada vez hay menos gente viviendo en el centro de las grandes ciudades. Sólo van a trabajar, y viven en la periferia. En Europa, en cambio, tradicionalmente la gente ha seguido viviendo en las capitales. Lo vemos en Barcelona, ​​pero también en Madrid o París. Esto está empezando a cambiar. De hecho, éste es uno de los motivos por el que es más interesante que nunca hacer ahora esta exposición.

¿Cómo conecta este fenómeno nacido hace 250 años en Estados Unidos con la Barcelona actual?

Es un caso muy interesante. En septiembre del año pasado, el Institut Metròpoli de Barcelona calculó que 70.000 barceloneses marcharían a vivir fuera de la ciudad en los próximos 5 años, buscando su versión del sueño suburbano. Estamos en un momento en el que los precios de alquiler también obligan a muchas personas a pensar en esta opción. Ésta puede ser una diferencia respecto al fenómeno estadounidense, pero los datos subrayan que un 70% de los barceloneses que ya se han ido fuera lo han hecho para mejorar su vivienda. El efecto de la COVID-19 también lo impulsó.

¿El modelo urbanístico de los suburbs estadounidenses sigue teniendo futuro?

En el ámbito medioambiental, no es un modelo sostenible. Se basa en los desplazamientos continuos en automóvil a los centros de la ciudad, a gastos energéticos y de agua más elevados, pesticidas para el jardín… En la exposición, sin embargo, siempre hemos querido tener una mirada ambivalente: no es sostenible, pero tiene un imaginario muy potente. De hecho, la gente sigue aspirando a ella y queriendo ir a vivir a las suburbs, aunque no sea sostenible.

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