New Orleans, un terreno abonado para la eclosión del Jazz

Es un hecho bien documentado que el primer lugar de Norteamérica donde la música de jazz hizo su aparición es la ciudad de New Orleans y la región de su entorno.

New Orleans está situada en el delta que forma el río Mississippi en su desembocadura en el Golfo de México, por lo que se puede considerar casi como un puerto de mar. Ya en el siglo XIX New Orleans era el puerto comercial más importante del sur de los Estados Unidos. La mercancía procedente de las plantaciones, sobre todo el algodón, era expedida en grandes cantidades y este comercio aseguraba una intensa actividad económica y la consecuente vitalidad social en la ciudad. En ella habitaba gente de la más diversa procedencia, principalmente, franceses, anglosajones, españoles y afroamericanos. La variada morfología y carácter de los barrios de la ciudad refleja esta diversidad de poblaciones, desde el elegante barrio francés, el Vieux Carré, con su ordenada cuadrícula de calles, casas con soportales y balcones de delicada forja, hasta el miserable barrio negro, denominado entonces Back O ‘Town. Entre estos dos barrios estaba situada una gran explanada denominada Congo Square (hoy Louis Armstrong Park) donde los domingos se reunían los esclavos para sus celebraciones y rituales musicales.

Probablemente, por el hecho de su antigua pertenencia a los imperios coloniales francés y español, de religión católica, la aristocracia y la sociedad acomodada de Nueva Orleans eran relativamente tolerantes con la población negra en comparación con otras ciudades de los Estados del Sur, ferozmente racistas. Las leyes y costumbres segregacionistas no tenían una gran rigidez, las poblaciones blanca y negra mantenían una cierta convivencia e, incluso, existía una población criolla, resultante del cruce de franceses y españoles con la población negra, que gozaba de una cierta consideración y posición social. En este contexto, la presencia de los negros y los criollos en las diversas manifestaciones de la vida ciudadana era notable.

Como todo puerto de mar, la vida de New Orleans era muy animada. Tanto de día como de noche el ambiente era alegre y festivo y la música jugaba un papel imprescindible. Así pues, podremos entender que la música de jazz encontró en esta ciudad un terreno abonado para su eclosión.

La música, un elemento importante en la vida de la ciudad.

Los testigos directos del cambio entre los siglo XIX y XX explicaron sobre la ciudad de Nueva Orleans que los vendedores ambulantes improvisaban por la calle melodías para cantar las excelencias de sus productos; organizaban a diario pasacalles amenizados por bandas para anunciar bailes, espectáculos, mítines u otras manifestaciones de la vida pública; los domingos en las afueras había bailes al aire libre y en determinadas fiestas como el Mardi Gras, se organizaban – y aún se organizan – formidables desfiles con una gran cantidad de bandas que inundaban de música las calles de la ciudad.

También en los entierros la música estaba presente: una marcha fúnebre acompañaba la comitiva con el féretro hasta el cementerio y, una vez concluía la ceremonia, la banda interpretaba un tema alegre para alejar las penas de los afligidos familiares. A las puertas de los cementerios se solían reunir grupos de curiosos, la llamada second line que, bailando, se añadían a la comitiva en el festivo camino de regreso a la casa del difunto.

Si todo esto era lo que pasaba a la luz del día, durante la noche no pasaban menos cosas y, aunque en lugares y ambientes muy diferentes, la música seguía cumpliendo su papel de primer orden. Este ambiente nocturno se concentraba principalmente en el distrito de Storyville, llamado así en honor del concejal Story, quien propuso la delimitación de una zona en la ciudad donde se podían ejercer los oficios y los negocios considerados poco honorables. Así pues, a Storyville se concentraban las casas de placer más lujosas que se puedan imaginar en la época y también los tugurios más bajos. En los establecimientos de lujo solía haber un pianista o una orquestina que ponían un fondo sonoro agradable a los suntuosos salones donde los clientes, ricos negociantes y dueños de plantaciones, y las chicas que trabajaban en la casa hacían los primeros contactos.

Pero también en los locales más pobres y oscuros, tabernas llamadas Honky Tonks o Barrelhouses, que tenían por clientela marineros, jugadores, prostitutas, proxenetas, etc., no faltaba en algún rincón un piano desvencijado o un pequeño grupo que amenizaban el baile. Fue en este barrio de Storyville, en el paso del siglo XIX y XX, donde los primeros grandes músicos de jazz iniciaron sus carreras profesionales.

En 1917, sin embargo, en plena 1ª Guerra Mundial, encontrándose acuarteladas en la ciudad las tropas que debían embarcar hacia Europa, el Ministerio de Marina consideró conveniente clausurar, por motivos obvios, el barrio de Storyville.

Este hecho marcó el inicio del declive de New Orleans como primera capital del jazz. A partir del cierre de Storyville, muchos músicos importantes, junto con mucha de la gente que se ganaba la vida en el distrito, emigraron hacia las ciudades del Norte (Saint Louis, Chicago, New York, etc.). La música siguió siendo un elemento importante en la vida de New Orleans, pero no llegó a recuperar el empuje y esplendor de aquellos primeros años.

Un estilo de música bien definido

El estilo del jazz que llenaba los ambientes y situaciones de la vida en nueva Orleans tiene unas características bien definidas, las cuales marcarían la nueva música que iba aflorando por todo el territorio estadounidense, por lo que, entre 1900 y 1930 el mundo del jazz vivió y creció bajo la influencia del llamado estilo New Orleans.

Las características que definen el estilo New Orleans son básicamente tres:

1.- La composición instrumental:

Las orquestas de New Orleans tenían un número de componentes que no pasaba de ocho y, a menudo, era inferior. Como instrumentos de viento estaba la trompeta, el trombón y el clarinete; y los instrumentos de la sección rítmica eran el piano, la guitarra o el banjo, el contrabajo o la tuba y la batería. El saxo no apareció hasta más tarde.

2.- La improvisación colectiva:

Como la mayoría de los músicos de aquella época no sabían solfeo, tocaban de oído guiados por un sentido innato de la armonía. Sus interpretaciones se caracterizaban por improvisaciones en que todos los instrumentos, especialmente los de viento, tocaban a la vez, es decir, practicaban lo que se llama la improvisación colectiva. En ella, la trompeta hace la voz principal sin alejarse demasiado de la melodía original, mientras el clarinete improvisa un contrapunto en el registro agudo y el trombón crea una tercera voz en el registro grave y llena los silencios con oportunos glissandos (efecto conseguido al pasar de una nota a otra sin interrupción mediante una especie de arrastre del sonido). Con un oído desarrollado de manera natural y un sorprendente sentido de la armonía, los músicos de New Orleans conseguían con sus improvisaciones colectivas un efecto fascinante y altamente estimulante.

3.- El acento y la pulsación rítmica:

El ritmo y la manera de frasear de los músicos de estilo New Orleans no se encuentra en ningún otro estilo de jazz. El batería suele marcar el ritmo acentuando los tiempos débiles del compás de forma clara y contundente, pero, al mismo tiempo, de una manera relajada y parsimoniosa propia de la música de las regiones tropicales. Los otros músicos adaptan su fraseo a esta pulsación, sus frases se apoyan sobre este latido particular y se construyen de manera equilibrada, sin demasiados contrastes ni efectos exagerados, lo que no excluye que puedan ser frases muy cálidas, expresivas y con toques de una exquisita sutileza.

En conjunto, el jazz de estilo New Orleans, dentro de su simplicidad, es el más directo, el más alegre, fresco y comunicativo de todos los estilos que nos ha dado la música de jazz.

 

Ricard Gili, Fundació Catalana Jazz Clàssic