El final de la 2ª Guerra Mundial tuvo importantes repercusiones en el mundo del jazz. Al cesar la actividad muchas de las industrias armamentistas, se produjo un rebrote de la crisis económica. Al mismo tiempo, el gobierno de los Estados Unidos decretó un fuerte aumento de las tasas que gravaban los locales con pista de baile, que conllevó el cierre de la mayoría de los establecimientos en los que se bailaba, y lugar donde habitualmente actuaban las grandes orquestas (Big Bands). Esta sucesión de eventos provocó la disolución de la mayoría de las grandes orquestas y terminó con la llamada Swing Era, también conocida como Big Band Era. A partir de ese momento, finales de los años cuarenta, el jazz que más habitualmente se podrá escuchar en el futuro será el de grupos reducidos: tríos cuartetos, quintetos, etc.

Paralelamente, surge dentro del mundo del jazz una nueva tendencia que quiere convertir el jazz en una música con carácter especulativo, para un público «iniciado», rehuyendo el carácter de música de entretenimiento o de baile. Esta tendencia se concreta en el estilo llamado Bebop que se encuentra en el origen de lo que se califica como jazz moderno.

Desaparecidas la mayoría de las grandes orquestas y ante una música excéntrica y no bailable como el Be bop, el público afroamericano se refugia en los pequeños conjuntos que practican un jazz directo, sencillo, cálido, eminentemente bailable y con una parte vocal importante. Por ello, estos pequeños conjuntos recurren a las fuentes tradicionales, como los blues en todas sus vertientes y derivados, tales como el Boogie woogie, un ritmo excitante que vierte fácilmente al baile. Los discos con este tipo de jazz se distribuían y se vendían bajo la etiqueta de Race Records (Discos de raza). A partir de 1949, esta denominación excesivamente racista se cambia por la de Rhythm & Blues, etiqueta que ha quedado para denominar la rama más popular de la música afroamericana.

Ahora bien, cuando la industria discográfica de la música popular quiere ampliar su público e integrar blancos y negros en un solo mercado, se pone en marcha una potente operación de marketing y se empiezan a crear modos con las sucesivas etiquetas de Rock & Roll, Twist, Soul, etc., que incluyen los genuinos intérpretes afroamericanos, como imitadores blancos de calidad muy variable. La juventud blanca que en los años cincuenta está iniciando un proceso de liberación de costumbres, formas de vestir, de bailar, etc., encuentra en estos «nuevos ritmos» la música que sintoniza con sus aspiraciones. Es así como una música surgida de las raíces afroamericanas, se ha convertido en la música de consumo de la juventud en los últimos setenta años.

Ricard Gili
Fundació Catalana de Jazz Classic