Javier Borràs: “La Inteligencia Artificial es un arma de competición geopolítica que está redefiniendo el poder económico, militar y estratégico a nivel global”

Bego Grau
Por Bego Grau – 25/01/2025

Javier Borràs Arumí es investigador y editor en el CIDOB, especializado en el impacto de las tecnologías emergentes en la democracia y la competencia geopolítica. Con experiencia en instituciones como la Comisión Europea y el Center for the Study of Democracy, así como en medios internacionales, ha analizado de cerca las dinámicas entre la Unión Europea, China y Estados Unidos en materia tecnológica.

En el contexto del Barcelona Meeting 2025, donde se debatirán los desafíos tecnológicos y regulatorios que enfrentan la UE y EE.UU., el futuro de la gobernanza digital se perfila como una cuestión clave. La Inteligencia Artificial, la computación cuántica y la presión (des)reguladora configuran un escenario de competición entre grandes potencias.

Hoy conversamos con Javier Borràs sobre estos retos y sobre cómo la tecnología se ha convertido en un factor determinante en las relaciones internacionales, la innovación y la seguridad global.

¿Cuáles son los grandes retos que enfrenta Europa en el ámbito tecnológico?

Europa se enfrenta a grandes desafíos. El primero es la capacidad de defender su propio modelo tecnológico frente a las dos grandes potencias: Estados Unidos, que apuesta por un modelo basado en el libre mercado, y China, donde el Estado tiene un papeol central en desarrollo tecnológico Europa ha basado su estrategia en la regulación y la protección de los derechos digitales de los ciudadanos, pero la presión de las otras potencias está poniendo en cuestión la viabilidad de este modelo.

¿Qué carencias tiene el sistema europeo?

La innovación es otro de los grandes déficits de Europa, ya que la UE no tiene grandes empresas tecnológicas comparables a las estadounidenses o chinas. Esto no se debe tanto a la regulación, sino a una falta de escala y a una cultura y ecosistema que favorecen menos el riesgo empresarial. Otro gran reto para le UE es como gestionará el equilibrio entre seguridad y economía. Hace unos años, se priorizaba el libre mercado y la globalización, pero ahora la seguridad ha pasado a primer plano, especialmente en el campo tecnológico, con un enfoque cada vez más geopolítico.

¿Cree que Europa puede mantener su modelo tecnológico propio?

Es complicado, porque cada vez existen más presiones para adaptarse al modelo de las otras dos grandes potencias, especialmente al de Estados Unidos. La ventaja comparativa de Europa en el campo tecnológico han sido sus firmes regulaciones, lo que se conoce como el “efecto Bruselas”: cuando la UE saca una regulación, su mercado es lo suficientemente grande para que las empresas de todo el mundo tengan fuertes incentivos para adaptarse a ellos. Ahora la pregunta es si puede mantener esa ventaja competitiva, en un contexto de presiones y amenazas de Trump de que la UE no regule o investigue a las grandes tecnológicas americanas.

¿Cómo afecta la alianza entre Trump y Silicon Valley a este equilibrio?

Es un tema preocupante. Trump ha establecido una estrecha relación con Silicon Valley: muchas grandes empresas tecnológicas estadounidenses le han apoyado una vez ha ganado las elecciones, con la idea de que reduzca regulaciones a nivel americano y presione a la UE para que sea más laxa con ellas. Si la UE cede en ese campo, creo que será un error, porque la regulación es casi la única herramienta que tiene la UE para influir en el escenario tecnológico global. Dejarla de lado -para intentar negociar con Trump temas como aranceles- puede acabar debilitando el papel de Europa en este sector crucial que es la tecnología.

¿Por qué Europa no tiene grandes empresas tecnológicas como EE.UU. o China?

Estados Unidos y China tienen mercados mucho más grandes, mientras que la UE está fragmentada y no tiene un mercado digital unificado, ni un mercado de capitales común. Esto hace que sea más difícil para una empresa europea crecer hasta convertirse en un gigante tecnológico. Además, hay diferencias culturales: en EE.UU. y China, el riesgo empresarial se percibe de manera más positiva, mientras que en Europa hay una mayor aversión al riesgo y una cultura menos orientada al emprendimiento tecnológico – lo que se refleja en nuestras regulaciones o en la ausencia de un sector del capital riesgo suficientemente grande-.

¿Por qué la seguridad está ganando peso sobre la economía en el mundo tecnológico?

Hace unos años, la globalización y el libre mercado eran los grandes paradigmas a nivel mundial. Ahora, la seguridad se ha convertido en la óptica predominante, especialmente en el campo tecnológico. Los gobiernos ven la tecnología como una herramienta de poder y de competencia geopolítica. Esto ha llevado a un enfoque mucho más restrictivo, donde cada vez se habla más de la “weaponization” de la tecnología, es decir, de cómo las herramientas tecnológicas pueden ser utilizadas como armas de poder en las relaciones internacionales.

¿A qué se refiere con “armas”?

Aplicaciones como TikTok o X, o permitir que el rival logre chips avanzados o desarrolle IA puntera, por ejemplo, se ven como posibles amenazas para la seguridad nacional. Esto limita la cooperación internacional y la innovación: se ve el desarrollo tecnológico como una carrera armamentista y de mentalidad de suma cero. La tecnología siempre ha estado vinculada al poder y al ámbito militar. Pero creo que el mayor cambio reciente sucedió después del 11S, cuando se vio que los flujos de comunicación global podían utilizarse para la vigilancia, control y coerción. Los datos que cruzaban el mundo no sólo resultaban útiles para el éxito empresarial de las grandes compañías tecnológicas, sino también para operaciones de inteligencia, vigilancia y seguridad nacional.

¿Europa está perdiendo autonomía en este escenario?

Sí. El margen de acción de la UE es limitado, y uno de sus principales puntos fuertes, la capacidad reguladora, existe el peligro de que pierda influencia. Aparte de reforzar tus propias capacidades, también existe la opción de negociar y establecer acuerdos donde se busquen consensos y acuerdos. Tradicionalmente, es lo que se ha hecho con EE.UU., un aliado histórico con valores comunes con Europa. Pese a que la administración Biden ha presionado de forma unilateral en algunos ámbitos, ha habido espacios para la negociación y búsqueda de consensos con las posiciones europeas. Pero parece que esto con Trump puede acabarse, ya que su estilo es el de negociar a través de las amenazas y coerción económica.

¿Qué papel juega la regulación en la estrategia de Trump a nivel internacional?

Para Trump, en muchos casos, la regulación no es una herramienta para establecer normas claras o proteger derechos sino una moneda de cambio en las negociaciones. Lo hemos visto en el caso de TikTok. En lugar de aplicar una política tecnológica coherente, utiliza de forma transaccional la posibilidad de imponer o relajar regulaciones para presionar a otros países y empresas según sus intereses. A Trump no le gustan ni las regulaciones ni la burocracia. Pero ambas son necesarias si quieres llevar a cabo sanciones, controles de exportaciones o imponer aranceles. A largo plazo, echar a tecnócratas de lo que Trump llama el “deep State” reducirá el poder internacional de Estados Unidos.

¿Cómo afecta todo esto a los ciudadanos y a las empresas europeas?

Si la UE se ve obligada a dejar de lado su modelo basado en los derechos digitales, la privacidad y la protección de datos, los ciudadanos europeos estarán menos protegidos, especialmente cara a las grandes tecnológicas de Estados Unidos. El caso de China me preocupa menos, porque -en parte por presión estadounidense- la UE es más dura y vigilante con las tecnológicas chinas y éstas tienen ahora menos poder de influencia. Por otra parte, la presión de Trump y Silicon Valley de que la UE no aplique regulaciones como Digital Markets Act puede favorecer los oligopolios tecnológicos, lo que puede perjudicar a las pequeñas empresas y start-ups, tanto europeas como estadounidenses.

¿Cree que Europa seguirá una estrategia conjunta o cada país actuará por su cuenta?

En principio, la idea es actuar conjuntamente, pero la realidad es que, ante la incertidumbre con Estados Unidos, cada país está empezando a ir por su parte. Europa está dividida entre los países de Europa del Este por los que una relación fuerte con Estados Unidos es vital –por la guerra en Ucrania– y los de Europa occidental, que son más críticos. Esta fragmentación también puede trasladarse al ámbito tecnológico, con algunos países utilizando la tecnología como un elemento transaccional en lugar de seguir una estrategia unificada a nivel europeo.

¿Qué papel juega la tecnología en las relaciones internacionales?

La tecnología se ha convertido en una herramienta fundamental de poder. En este momento, la gran competencia entre Estados Unidos y China se basa en la tecnología, especialmente en la Inteligencia Artificial. EE.UU. está imponiendo restricciones a la exportación de chips avanzados para frenar el desarrollo de la IA china, porque consideran que, si China logra una IA más avanzada que la americana, esto tendría fuertes repercusiones económicas, militares y de seguridad. De hecho, cada vez más existe la mentalidad de que la potencia que domine las grandes tecnologías, será la potencia que domine a nivel global.

¿Y cómo afecta esto al ámbito militar?

La Inteligencia Artificial está redefiniendo la guerra con sistemas autónomos, toma de decisiones basada en datos y operaciones de ciberseguridad. Estados Unidos y China compiten por liderar esta revolución, ya que el dominio de la IA puede significar una ventaja militar decisiva. Las restricciones estadounidenses a los chips avanzados buscan frenar el avance chino, pero controlar que realmente estos chips no los utilice China no es fácil. Hay un gran mercado negro de chips y China ha podido acceder a entrenar a IA mediante la nube de centros de datos de países del Sudeste Asiático. También existe un peligro: cuando cortas el acceso de tecnología americana a China, generas fuertes incentivos para que Pekín construya su sistema tecnológico autónomo, donde la capacidad de influir es mucho menor.

¿Es realmente la IA un “game changer” o hay exageración?

Hay mucha especulación sobre la IA y su impacto futuro. Algunos la ven como una revolución comparable a la máquina de vapor o la electricidad, mientras que otros creen que no tendrá un efecto tan transformador. Lo que está claro es que muchos gobiernos y empresas están tomando decisiones basadas en la idea de que la IA será crucial. Esto está generando una carrera tecnológica en la que se compite por acumular chips y construir centros de datos. Aún está por verse si realmente cumplirá todas las expectativas o si nos encontramos ante una burbuja.

En este escenario, ¿qué futuro le espera a Europa en el sector tecnológico?

Europa se encuentra en una encrucijada decisiva. Si no logra mantener su modelo regulador frente a la presión de Estados Unidos y China, corre el riesgo de perder influencia y quedar subordinada a las otras potencias. La falta de innovación y la ausencia de un mercado digital unificado dificultan la competitividad de sus empresas, mientras que la seguridad ha pasado a ser una prioridad que a menudo entra en conflicto con el libre mercado. La clave estará en la capacidad de la UE para actuar de manera cohesionada y encontrar un equilibrio entre regulación, innovación, resistencia y cooperación sin perder su autonomía.

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