Carla D. Canales: “La mejor Diplomacia Cultural surge espontáneamente, y Rosalía es un gran ejemplo de ello”

Fotografía: Flaminia Fanale

Por Marc Amat

Carla Dirlikov Canales ha deleitado al público de los cinco continentes con su voz. Es una de las mezzosopranos de mayor proyección internacional, siendo una de las que más ha interpretado el papel de Carmen, la protagonista de la célebre ópera con el mismo nombre de Bizet.  Ha interpretado este personaje más de 80 veces, en 12 países. Hija de madre mexicana y padre búlgaro, creció en Estados Unidos, donde se formó en la Universidad de Michigan. Continuó sus estudios en el Conservatorio de París y finalmente aterrizó en la Universidad McGill y la Academia de Artes Vocales de Filadelfia. Su voz ha sido elogiada por su fuerza dramática y musicalidad en el ámbito lírico. Durante años, Canales también lo ha visto como una poderosa herramienta para avanzar hacia una sociedad más justa, igualitaria, inclusiva e integrada. 

Desde 2005, es embajadora de Artes del Departamento de Estado de los EE. UU. y es experta en Diplomacia Cultural, una disciplina que busca fomentar el intercambio de ideas entre culturas para promover el entendimiento mutuo. Como embajadora de las Artes, ha trabajado en países como Honduras, Perú, Montenegro, Kazajstán e Indonesia. Actualmente dirige la serie de seminarios The Future of Cultural Diplomacy en Harvard University, con más de 2.000 personas inscritas. También es la fundadora de The Canales Project, una organización sin ánimo de lucro que organiza cursos en todo el mundo para promover la diplomacia cultural a través de la música.

A primera vista el concepto Diplomacia Cultural puede parecer espinoso. ¿Cómo lo defines?

Realmente no es tan complicado como parece. Para explicarlo, me gusta separar las dos palabras que lo componen. Comencemos con Cultura. A veces, cuando hablamos de cultura, pensamos directamente en la alta cultura: óperas, ballets, museos… Pero, para mí, la cultura es un concepto, que va mucho más allá de reunir disciplinas artísticas. De hecho, está íntimamente ligada a cuestiones sociales, como la identidad, las creencias, las tradiciones… Por otro lado, la Diplomacia es el arte de mantener relaciones pacíficas, ya sea entre naciones, grupos o individuos. Se basa en el intercambio. Si juntamos todo esto, podemos definir la Diplomacia Cultural como la disciplina que nos permite intercambiar ideas y creencias para crear confianza mutua entre personas, grupos o países. Es muy importante, por ejemplo, ayudar a romper estereotipos y promover la convivencia entre personas con identidades diferentes.

Por lo tanto, la Diplomacia Cultural y la identidad son dos mundos que se superponen.

Sí. La identidad es un concepto muy importante en la acción de la Diplomacia Cultural. Hoy vivimos en un mundo donde muchas personas emigran a otros países, ya sea para crecer profesionalmente o por obligación, por conflictos o guerras. Cuando hacen esto, deben adaptarse a la cultura de su nuevo país. Esto significa que tienen que decidir qué rasgos adoptar y qué partes de la cultura de su país de origen dejar atrás. Tuve que hacer esto en los Estados Unidos. Aunque nací allí, mi madre es de México y mi padre de Bulgaria. De niña, mi crianza estuvo muy influenciada por la cultura mexicana -el español fue mi primera lengua, soy católica…- y por parte de la cultura búlgara, lo que me llevó a apasionarme por la ópera y la música clásica. Cuando despegó mi carrera musical viajaba 300 días al año. Esto hizo sumergirme en la cultura e identidad de cada país que pisé. Me siento ciudadana del mundo. He desarrollado una gran curiosidad por conocer otras culturas y descubrir cómo se pueden mejorar. Deberíamos acostumbrarnos a centrarnos más en los rasgos que nos unen, en lugar de los que nos diferencian.

Se habla mucho de la enorme influencia que tiene Estados Unidos en todo el mundo en disciplinas artísticas como el cine, la música, la gastronomía… ¿Es fruto de haber practicado una intensa Diplomacia Cultural?

La buena Diplomacia Cultural se basa en el intercambio y enriquecimiento mutuo de las dos culturas. Soy muy crítica con el enfoque de Estados Unidos sobre la riqueza de las diversas identidades dentro de sus fronteras. Canadá, por ejemplo, ve a cada emigrante como una pequeña pieza de un gran mosaico. Juntos, con la individualidad de cada pieza, construyen el país. En los Estados Unidos, por otro lado, todas las piezas se juntan en un gran crisol y se mezclan para formar una sola cultura. En general, es un país con poca curiosidad internacional. La mayoría de los estadounidenses solo hablan un idioma. Eso les cierra muchas puertas. Sin embargo, son conscientes que su cultura por sí sola genera un poder de atracción muy grande y que otras culturas quieren adoptarla. A lo largo de la historia, este hecho ha ayudado mucho a cultivar alianzas con otros países.

El jazz suele citarse como uno de los elementos que más ha aportado.

El jazz es seguramente una de las pocas cosas que se puede considerar que ha nacido aquí, aunque tenga fuertes componentes de mezcla de culturas. Durante la Guerra Fría tuvo una gran importancia a la hora de impulsar la política exterior americana y acercar el país a otras culturas. Frente a un bloque soviético marcado por una cultura conservadora y tradicional -liderada por orquestas sinfónicas y compositores clásicos-, se presentó como un estilo musical nuevo y rompedor. De hecho, mostró a Estados Unidos al mundo como un país innovador. Este es un buen ejemplo de la forma en que Estados Unidos utilizó la diplomacia cultural. Hoy en día, seguimos viendo este carácter innovador con las creaciones que salen de Silicon Valley, también lo hemos visto con la danza moderna; artistas visuales como Jackson Pollock o Andy Warhol; o música popular. A la gente le gusta mucho esto y esta atracción natural por una cultura se llama “Soft Power” (poder blando). Estados Unidos tiene mucho de esto.

Por el contrario, ¿es difícil para la sociedad estadounidense integrar elementos de otras culturas?

Tradicionalmente sí, pero esto está cambiando lentamente. De hecho, Estados Unidos atraviesa una crisis de identidad muy importante. Hay estudios que apuntan a que, en 2043, por ejemplo, poblaciones consideradas hoy como minoritarias en Estados Unidos, pasarán a ser mayoritarias. Las comunidades latinoamericanas y asiáticas son las de más rápido crecimiento. He aquí un ejemplo que pone de manifiesto que es posible despertar el interés de los estadounidenses por rasgos propios de otras identidades y culturas: Rosalía. Estudió flamenco, aprendió mucho de él y, tras convertirse en una experta, lo rompió para crear su propio estilo muy innovador. (Picasso hizo lo mismo). Su talento ha cautivado a Estados Unidos y, naturalmente, ha hecho que mucha gente se interese por el flamenco. Sin renunciar al cante en castellano y catalán, y sin renunciar a sus raíces flamencas, ha colaborado con cantantes y formaciones de otros géneros e identidades, como The Weeknd. A través de su música, ha mostrado al mundo el orgullo por su tierra, cultura e identidad. Este es uno de los mejores ejemplos de Diplomacia Cultural que existe en la actualidad.

Probablemente ni siquiera se dé cuenta.

Quizás. Pero la mejor Diplomacia Cultural surge espontáneamente, sin ser impulsada por gobiernos o instituciones. Después de todo, es algo natural. Tú y yo, al hacer esta entrevista, estamos, en cierto modo, promoviendo la Diplomacia Cultural. Un niño catalán que va a Texas a estudiar durante un año también lo hará. Sus compañeros americanos lo recordarán toda la vida y, de mayores, explicarán que tuvieron un compañero que les enseñó costumbres y tradiciones de otro país. Todos los programas educativos son un muy buen ejemplo de Diplomacia Cultural. Además, es uno de los más efectivos, porque se hace de persona a persona, cara a cara. Por otro lado, existen organizaciones como el Instituto de Estudios Norteamericanos que, a través de sus programas, también practican la Diplomacia Cultural. Lo hacen cuando, por ejemplo, organizan una serie de conciertos de jazz o cuando ofrecen cursos de idiomas. Uno de los problemas que tiene la Diplomacia Cultural es la forma en que se mide su éxito. No existen mecanismos para asegurar que ha sido un éxito. Pero hay un elemento que ayuda: la persistencia. La Diplomacia Cultural requiere paciencia. Debe cocinarse a fuego lento y la relación debe cultivarse con el tiempo.

Has encontrado una manera de promover la diplomacia cultural a través del canto. De hecho, fundaste The Canales Project.

Sí. Había pocas plataformas que promovieran la Diplomacia Cultural centrándose en la música. La música es uno de los mejores vehículos para llevarla a cabo. Para mí, no es un lenguaje universal. Hay géneros y estilos muy diferentes, y cada uno los entiende a su manera. Pero es la puerta de entrada al mundo de las emociones. Y las emociones son universales. La música te permite entrar en un entorno diferente, donde la identidad, el color de piel, la religión y el idioma no importan. Donde se pueden encontrar todas las culturas. Todos somos iguales. Por eso, promover el intercambio entre identidades a través de la música puede ser tan efectivo.

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