En las últimas décadas, la idea de fusionar o mezclar músicas de procedencia diversa con algún estilo del jazz se ha llevado a la práctica con una frecuencia creciente y, normalmente, con resultados más bien decepcionantes para el aficionado al jazz; aquel aficionado que entiende y disfruta de este género en su concepto original, o sea, como la música popular y tradicional creada por la comunidad negra norteamericana.

Bajo las etiquetas de third stream (mezcla del jazz con música europea) y aquellas que designan las aproximaciones del jazz a la música moderna de consumo como jazz rock, pop jazz, acid jazz, etc. Y aquellas otras en que la mezcla se hace con músicas étnicas como el latin jazz, flamenco jazz, etc., bajo estas etiquetas, repito, se han dado a conocer propuestas, tal vez interesantes desde ciertos puntos de vista, pero muy poco estimulantes para el tradicional aficionado al jazz.

Si embargo, mucho antes, en los años treinta del siglo pasado se había producido un fenómeno de fusión avant la lettre. Los creadores fueron determinados músicos de etnia gitana residentes en Francia que se enamoraron del jazz que llegaba de Norteamérica a través de los discos, y de los primeros grandes solistas afroamericanos que desembarcaban en el Viejo Continente. Fueron estos músicos manouche los que adaptaron un género extranjero a sus propias formas de expresión, a sus giros melódicos y al perfume de su música. Y los resultados resultaron espléndidos, gracias fundamentalmente, al genio de un guitarrista fuera de serie como fue Django Reinhardt. Digo que los resultados fueron plenamente satisfactorios porque en esta fusión no se perdió por el camino ninguno de los elementos esenciales del jazz, es decir, su ritmo característico, el swing, y la manera de trabajar el sonido para que fuese expresivo al máximo. Pura y simplemente un nuevo color vino a enriquecer el jazz más genuino. Con el tiempo se ha evidenciado que el gipsy swing o jazz manouche no era un híbrido estéril sino un camino fértil que hoy en día tiene magníficos representantes y seguidores en todo el mundo.

 

Ricard Gili, Fundació Catalana Jazz Clàssic