Gangsterismo y Jazz

Quizás sorprenderá el título que hemos puesto a este escrito. En esencia, el gansterismo y el jazz nada tienen que ver. Pero estas dos cosas de naturaleza tan diversa, sobre todo en la primera mitad del siglo XX, han ido bastante de la mano y se han ayudado mutuamente.

Efectivamente, la música de jazz repudiada en las primeras décadas de su existencia por la sociedad blanca bien pensante, necesitaba unos espacios, unos lugares, unos locales donde producirse y manifestarse. Estos lugares, obviamente, no eran las respetables salas de conciertos ni los teatros de music-hall de las grandes ciudades. Estos sitios se encontraban en los bajos fondos, normalmente, en los guetos o barrios habitados por la población afroamericana. Ahora bien, los propietarios y gestores de estos locales, por la propia naturaleza del negocio y su emplazamiento, eran gente vinculada al mundo del hampa y sus negocios bordeaban siempre la ilegalidad. Los primeros propietarios de este tipo de locales parece que eran de origen irlandés, que no se hacían demasiado con la sociedad afroamericana por prejuicios raciales, de modo que los clubs o salas de baile donde los músicos y el público eran mayoritariamente negros fueron cambiando de manos y fueron a parar a clanes que no tenían ninguna manía en tratar con los negros y que, además, les encantaba la música que aquellos hacían. ¿Y quiénes eran éstos? Pues había dos clanes bien predispuestos a dar cabida al jazz en sus establecimientos. Uno, era el clan integrado por pequeños empresarios de origen judío y el otro era el de los italianos vinculados a las sucursales de la mafia siciliana instaladas en Estados Unidos. Todos ellos eran empresarios sin demasiados escrúpulos, pero apreciaban y daban cabida a la música de jazz ya sus intérpretes.

La época de la llamada “ley seca” (1920-1933), que prohibía el comercio de las bebidas alcohólicas, fue la época del auge de los gánsteres que, a escondidas, comerciaban con el alcohol. Sus locales se llenaban de clientes ávidos de alcohol o de los sucedáneos que allí se servían, y el jazz estaba siempre presente. Eran típicos los locales llamados speakeasies, establecimientos donde se servía alcohol clandestinamente y a los que sólo se podía acceder mediante una contraseña que debía decirse a los que vigilaban la entrada. Aquí el jazz también hizo fortuna. En el Chicago de esa época y en estas circunstancias, se puede decir que el famoso Al Capone fue el gran “mecenas” del jazz. En New York, lujosos locales, como el Cotton Club de Harlem, donde se dio a conocer Duke Ellington, eran regentados por poderosos gánsteres. Y la gran época del jazz en Kansas City coincide con el mandato del conocido TJ Pendergast, alcalde corrupto condescendiente y relacionado con las mafias que regentaban los numerosos clubs de jazz de la ciudad, de donde salió la famosa orquesta de Count Basie. Parece ser que casi todos los nombres importantes de la historia del jazz que se dan a conocer en la primera mitad del siglo XX, habían trabajado para estos empresarios o managers que pertenecen a la categoría de lo que se llama el gansterismo.

(Bibliografía: Le Jazz et les gangsters. Ronald L. Morris, 1980. Editions Le Passage, 2016)