Juan Carlos Arranz y Antonio Noguero: “El Comité de Estudiantes del IEN fue un rayo de luz para la Barcelona de la época”
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Patrones del IEN y miembros del Comité de Estudiantes
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El 14 de febrero de 1955, en la entrada del Hotel Ritz de Barcelona, se arremolinaba muchísima gente. Entre conversaciones y copas, exhibían sus vestidos de gala. Hacía tiempo que esperaban ese día: era la primera vez que se celebraba el St. Valentine’s Day en Barcelona. El día de los enamorados que, desde hacía décadas, se había popularizado en los Estados Unidos, aún no era popular en la ciudad catalana: en la Barcelona de la época aún reinaba el clima de la postguerra y la censura del régimen franquista. Sin embargo, a mediados de la década de los 50 las cosas empezaban a cambiar. Se había constituido el Comité de Estudiantes del Instituto de Estudios Norteamericanos, formado por decenas de alumnos deseosos por organizar todo tipo de actos en la capital.
Con el apoyo de la dirección del centro, y hasta la década de 1970, se organizaron fiestas como la de Sant Valentín o San Patricio, pero también sesiones de cine, veladas de Navidad, conciertos de jazz y de rock, lecturas teatrales, bailes semanales, debates, conferencias, excursiones… Cada viernes o los sábados se encontraban por las tardes para organizarlo todo. Las actividades que se anunciaban eran rayo de luz para una Barcelona gris. También lo era la manera en la que escogían a los miembros del comité: con elecciones democráticas. Este mes, entrevistamos a dos personas que contaron con un rol muy importante: Antonio Noguero i Juan Carlos Arranz.
¿Recuerdan cuando pisaron el IEN por primera vez?
Juan Carlos Arranz (JCA): ¡Por supuesto! Fue en el 1962. Por entonces tenía 15 años y mi madre me apuntó para estudiar inglés. Cursé todos los niveles. Cuando pude entrar en la universidad lo compaginé con los estudios en Ingeniería. Cuando descubrí que existía el Comité de Estudiantes del IEN, me apunté enseguida. Fui presidente durante dos o tres años. Fue una gran experiencia que me permitió, por ejemplo, poder viajar unos días a los Estados Unidos. Con el paso de los años, el mundo laboral me llevó por otros caminos, pero cuando me propusieron formar parte de la Junta Directiva del Instituto lo acepté de inmediato. Fui secretario durante 33 años.
Antonio Noguero (AN): En mi caso debió ser en el 1958 o 1959. El IEN no siempre ha estado en Vía Augusta. Recuerdo que, cuando yo empecé, estaba en el Paseo de Gracia, al lado de los Jardinets de Gràcia. Allí se daban clases. Muy cerca estaba la American Library, donde íbamos a buscar los libros que necesitábamos. En cambio, las fiestas y actividades las hacíamos en el American Club, unos metros más abajo, en el edificio donde vivió el pintor Ramón Casas. En 1961 el IEN se trasladó al edificio de Vía Augusta, que nos permitió realizar muchas más actividades.
¿Cómo surgió el Comité de Estudiantes?
AN: Recuerdo que, después de las clases, íbamos al bar del IEN, en la primera planta del edificio, a hablar un rato entre nosotros. Siempre éramos los mismos, y nos fuimos animando. “¿Y si hacemos esto? ¿Y si hacemos lo otro?”. El director del IEN vio que teníamos ganas de hacer cosas y nombró a un director de actividades para organizarlo todo, Edward K. Flagler. A partir de ese momento todo se disparó. Se creo la compañía teatral GOGO Teatro Independiente, el Movieclub… Todo esto no lo pagábamos con los ingresos de las clases de inglés, sino con lo que recogíamos de las fiestas.
Por lo tanto, el IEN era mucho más que una academia…
JCA: Totalmente. ¡Organizábamos desde excursiones hasta actividades como el Spring Rally! Nos dividíamos en secciones temáticas y algunas de nuestras actividades tuvieron eco en la Barcelona de la época.
AN: Cada semana hacíamos fiestas los sábados y los domingos para financiarnos. En cierto modo, le hacíamos la competencia al Bocaccio, la mítica discoteca de la calle Muntaner. ¡Venía muchísima gente!
¿Qué significaba el Comité para la Barcelona de la época?
AN: Fue un elemento muy importante para democratizar la sociedad y expandir un poco la visión de la gente. Los estudiantes que se movían más de la Facultad de Derecho, por ejemplo, siempre estaban por aquí. Lo frecuentaban actores y actrices como Carles Canut, Mario Gas, Emma Cohen, Santi Sans, Rosa Ma y Josep Ma Garcia-Milà… En aquella época, había poca movilidad y, los fines de semana, la gente venía a nuestras fiestas y espectáculos. ¡Han salido muchas parejas de aquí!
JCA: Hay un dato que demuestra el peso que tuvo el IEN: a lo largo de su trayectoria, por sus aulas han pasado más de cuatrocientos mil barceloneses, que querían aprender inglés en una época en que no era nada fácil encontrar cursos. Había gente muy progresista estudiando aquí. En los pasillos te podías encontrar desde Pascual Maragall hasta Artur Mas. Era un sitio de referencia.
Teníais elecciones democráticas… ¿Les autoridades franquistas no os dijeron nada nunca?
AN: Alguna vez, pero nunca gran cosa. Para escoger a los miembros del Comité de Estudiantes se hacía una votación en el teatro, en abierto y en directo. Tampoco era algo que saliera en los periódicos, lo hacíamos de puertas para dentro.
JCA: De hecho, ¡incluso había campaña electoral! Yo recuerdo que había carteles pidiendo el voto para algunos candidatos. ¿Quién hacía elecciones democráticas en Barcelona? Nadie. Éramos una isla, una rareza.
¿Qué ha significado, para ustedes, haber formado parte del IEN?
AN: ¡Muchísimas cosas! Pero me quedo con una: poder viajar a los Estados Unidos en el 1967. Fue muy importante para mí. Gracias a este viaje, que hice a través del IEN, descubrí un sinfín de programas de Relaciones Públicas que después exporté a Cataluña. De hecho, fue la cuna para fundar la Escuela Superior de Relaciones Públicas, adscrita a la Universidad de Barcelona, que aún está activa en la calle Sepúlveda. Hablar inglés en España, en la década de 1960, y poder salir al exterior era muy importante.
JCA: A ti te marcó mucho a nivel profesional. A mí tampoco tanto, pero no lo puedo pasar por alto. El tema del inglés es vital. He sido ingeniero y he trabajado muchos años en otros países. Para mí, haber podido aprender inglés en el IEN ha sido una de las mejores inversiones de mi vida. Siempre se lo he agradecido a mi madre. Recuerdo que, en el primer trabajo que tuve como ingeniero, el inglés me sirvió para escalar muchas posiciones dentro de la empresa. Cuando aún era estudiante, el director de la compañía ya me enviaba a ferias internacionales y a reuniones importantes, porque me podía comunicar con los extranjeros.
AN: Ahora saber inglés ya es habitual, pero antes, era un plus muy importante. Era una rareza estudiarlo. De hecho, por el momento, lo normal era aprender francés. Viajando a los Estados Unidos descubrimos otra sociedad completamente diferente. Mucho más avanzada y abierta. Sólo daremos un ejemplo: ¡las bibliotecas abrían 24 horas al día! Era otro mundo.
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