Joan Oró: «Joan Oró luchó por revertir en Catalunya todos los conocimientos científicos que había aprendido en Estados Unidos»
Joan Oró, director de la Fundació Joan Oró
Joan Oró (1923-1994) tenía 15 años cuando, en su cabeza, nació una pregunta: «¿qué hago yo en este mundo?». Entonces no era consciente de ello, pero aquel interrogante y la inquietud por encontrar una respuesta le acabaron convirtiendo en uno de los científicos catalanes más reconocidos del mundo. Hijo de una familia de panaderos de Lleida, Oró firmó una carrera brillante en la University of Houston, en Estados Unidos. Allí hizo uno de los descubrimientos científicos más relevantes del siglo XX: la síntesis de la adenina, uno de los componentes esenciales del ADN y, por tanto, clave para la vida. También colaboró en proyectos de la NASA para encontrar vida fuera de la tierra como los programas Viking o el mítico Apollo.
Pese a hacer carrera al otro lado del Atlántico, Oró cultivó un estrecho vínculo con el incipiente ecosistema científico catalán de la década de 1970 y 1980, que ayudó a desarrollar con la creación de numerosos centros de investigación, como la Fundació Catalana per la Investigació i la Innovació y el actual Institut de Investigacions Biomèdiques de Barcelona, entre otros. Este año, coincidiendo con el centenario de su nacimiento, Cataluña conmemora el Año Joan Oró, con un extenso programa de actividades que busca divulgar su legado científico. Hablamos con Joan Oró, director de la Fundació Joan Oró, sobre esta efeméride y sobre cómo el paso del científico catalán por Estados Unidos fue clave para su carrera profesional.
Este 2023, Cataluña celebra el Año Joan Oró. ¿Cómo lo está viviendo?
Desde la Fundación hemos puesto muchos esfuerzos. Hemos preparado un extenso programa de actividades para dar a conocer su figura y los valores que defendía, pero también para acercar a la ciudadanía al estudio del origen de la vida y a la búsqueda de vida en otros planetas. Queremos despertar vocaciones científicas. Por esta razón, hemos planificado conferencias sobre genética, biología o astrofísica; una exposición itinerante que visitará las cuatro capitales catalanas; la edición de un libro infantil, un cómic y uno fotográfico; la reedición de una biografía del científico; un documental; un proyecto educativo para que escuelas e institutos puedan conocer la figura de Joan Oró… Todo, con la ayuda de muchas entidades públicas y privadas que han contribuido a hacerlo posible.
Las actividades quieren recordar su legado científico, pero también sus valores. ¿Cómo recuerda a Joan Oró?
Era mi tío abuelo. Lo conocí a fondo cuando me sumergí en las más de 300 cajas de materiales que acumuló a lo largo de su trayectoria. Para mí, su figura debe entenderse desde dos puntos de vista. En primer lugar, debemos destacar el Joan Oró científico, reconocido mundialmente por el descubrimiento de la adenina y sus estudios sobre el origen de la vida. Ahora bien, por otra parte, también es necesario recordarlo como un impulsor de la ciencia en Cataluña, a través de la creación de varios centros de investigación. Pensaba constantemente en como revertir en su país los conocimientos que había aprendido en Estados Unidos. Era una persona entusiasta y con un gran don comunicativo.
Hablemos de los inicios. Oró descubrió la pasión por la ciencia de adolescente, en la panadería de sus padres.
Sí. Era un muchacho curioso, que siempre se hacía preguntas. Un día, se preguntó por el origen de la vida, y ni la religión ni la filosofía le dieron una respuesta que le convenciera. Fue entonces cuando se propuso averiguarlo él mismo, siguiendo el método científico. Cuando su madre le daba dinero para que se comprara la merienda, él se compraba libros de química. Incluso se hizo un pequeño laboratorio en el desván de casa.
Al cabo de un tiempo, se marchó a estudiar a Barcelona. ¿Cómo le fue?
El paso de Lleida a Barcelona fue complicado. Se encontró con una ciudad enorme. Vivía en casa de una de sus hermanas, pero echaba de menos la familia. A los pocos meses, regresó a Lleida y siguió sus estudios a distancia, de forma autodidacta. Su indecisión al ingresar en la universidad provocó que el primer curso se apuntara a tres carreras: ingeniería química, biología y geología. Por último, eligió la primera.
¿Cuándo empezó a sentirse atraído por la idea de dar el salto a Estados Unidos?
En 1947, una vez terminada la carrera, se casó e impulsó un par de negocios con sus amigos, de venta de jabones y antisépticos. Invirtió gran parte de sus ahorros, pero ninguno le salió bien. De repente, se vio trabajando de nuevo en el horno de pan de los padres. No le disgustaba, pero no se sentía realizado. Siguiendo su impulso vital, empezó a buscar opciones para seguir progresando en el mundo científico. En España, el ecosistema científico de la época era irrisorio; en Alemania, todavía reinaba un clima de posguerra… Y, entonces, pensó en Estados Unidos. Envió cartas a más de 50 universidades estadounidenses. De éstas, seis le ofrecieron una beca para estudiar ingeniería química. Con la ayuda económica de su familia, cogió las maletas y se marchó a hacer realidad su sueño.
De todas las universidades, se decantó por una de Houston. ¿Por qué?
Houston era un polo de talento y con un potencial científico muy importante. De hecho, hoy en día sigue siendo una de las ciudades con el mayor número de hospitales. Para ubicarnos, en Houston se llevó a cabo el primer trasplante de corazón en seres humanos. Cuando Oró aterrizó, apenas sabía hablar inglés, pero su ilusión y entusiasmo le abrió un montón de puertas. Al poco tiempo, un profesor del Baylor College of Medicine -otra universidad de la ciudad- le ofreció la posibilidad de cursar el doctorado en Bioquímica y lo aceptó.
¿Qué encontró en Estados Unidos?
Una forma muy diferente de trabajar. El rigor científico era muy elevado y el país invertía muchos recursos económicos en el mundo de la ciencia. Rodearse de este ecosistema, le hizo progresar mucho en el ámbito profesional. En esa época, muchos científicos catalanes emprendieron el mismo camino que Joan Oró. Pese a la distancia, él seguía muy conectado emocionalmente con Cataluña. Tenía el comedor lleno de banderas catalanas, celebraba tradiciones como Sant Jordi o Sant Joan y se escribía frecuentemente con la familia.
En 1959 marcó un antes y un después en su carrera.
Sí. Ese año descubrió la síntesis de la adenina y su nombre recorrió todo el mundo. De repente, se situó como uno de los científicos más importantes. También empezó a colaborar con la NASA. Sin embargo, constantemente pensaba en Cataluña y mantenía correspondencia con personalidades catalanas, como el político Jordi Pujol o el científico Ramon Margalef. Siempre les hablaba de ideas y proyectos que quería promover. Quería que todo el conocimiento que había adquirido en Estados Unidos sirviera para mejorar el bienestar social en Cataluña.
¿Qué proyectos impulsó?
A partir de la década de 1970, le llegaron varias de propuestas del Ministerio de Educación y Ciencia del gobierno de España, así como de la Generalidad de Cataluña. Creó el Instituto de Biofísica y Neurología; el Centro de Estudios Avanzados de Blanes; el Instituto de Investigaciones Biomédicas de Barcelona. En 1980, también fue diputado en el Parlament de Catalunya, asesor del gobierno de Jordi Pujol y uno de los impulsores del Pla Nacional d’Investigació de Catalunya, la Fundació Catalana per la Investigació i la Innovació o el Parc Astronòmic del Montsec.
En 1993 creó la Fundació Joan Oró, la entidad que hoy dirige usted. ¿Qué tareas han realizado?
Joan Oró fundó la entidad porque quería acercar la ciencia a la ciudadanía, a las universidades y a las empresas catalanas. Nosotros, seguimos con este espíritu. Ahora, estamos plenamente inmersos en el Año Oró. También hemos recuperado el contacto con Houston y con la NASA y estamos trabajando para poder homenajear conjuntamente al científico con algún ciclo de conferencias o una mesa redonda.
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