Tina Parayre: «En los años 60, el Instituto de Estudios Norteamericanos era una pequeña democracia dentro de una dictadura»
Por Marc Amat
Tina Parayre es exvicepresidenta del Comité de Estudiantes del IEN y ha trabajado durante cerca de 20 años dirigiendo el Departamento de Voluntarios del Hospital Sant Joan de Déu. Con un espíritu inquieto y enérgico, pisó por primera vez el IEN en los años 60, buscando un lugar donde conectar con la cultura norteamericana. Lo encontró. Gracias a su paso por el Instituto, se presentó a una beca del prestigioso periódico norteamericano Herald Tribune, que la llevó a mediados de los 60 a viajar a Estados Unidos y convivió durante 4 meses con 40 chicos y chicas de todo el mundo. Explica que su paso por IEN le cambió su visión de la vida.
Su vínculo con Estados Unidos comienza en una Barcelona en la que se hablaba poco el inglés.
De pequeña, mi padre tuvo una visión reveladora. Entonces, en los años 50, el francés era la lengua culta en Europa. Él vio claro que el idioma que podría abrirme más puertas sería el inglés y decidió apuntarme al instituto que Marymount International School tenía en Barcelona. Cuando entré por primera vez, no sabía decir prácticamente ninguna palabra en inglés y tenía una imagen muy poco precisa de Estados Unidos. Tuve que espabilarme mucho. En el centro había profesoras que ni siquiera entendían el castellano. La inmersión lingüística fue total, pero también me sumergí de lleno en un mundo que para mí era aún más desconocido: el de la cultura norteamericana. Aprendí que había mundo más allá de las fronteras españolas. Seguíamos la actualidad estadounidense, celebrábamos las tradiciones típicas del país, nos enseñaban los valores que caracterizaban a la sociedad norteamericana… De repente, en medio de Barcelona, empecé a notar que Estados Unidos también era mi casa.
¿Cuándo oyó hablar por primera vez del Instituto de Estudios Norteamericanos (IEN)?
Fue al cabo de unos años, cuando tuve que cambiar de centro porque el bachillerato de la Marymount International School no estaba homologado en España. En la nueva escuela, sin embargo, echaba mucho de menos el contacto con la cultura estadounidense. Fue entonces cuando descubrí el IEN. Para formar parte, tuve que apuntarme a un curso de inglés, aunque mi inglés era casi nativo. Recuerdo que era la única persona que me matriculaba cada año sólo para ser miembro. Allí pude volver a reconectarme con Estados Unidos. Nada más entrar en el edificio ya notaba que olía diferente. Siempre imaginaba que era el olor que hacía el país.
No iba a clase, pero sí participaba en muchas de las actividades que organizaba el IEN.
¿Cómo era el Instituto en los años 60?
No era sólo un sitio donde la gente iba a aprender inglés. Era, sobre todo, un punto de encuentro. Se hacían amigos, se organizaban fiestas, podías pasar las tardes en una cafetería en la que se vendían productos norteamericanos… Allí aprendías el inglés, pero también una cultura. Éramos de las pocas personas en Barcelona que cada año celebrábamos Halloween o el día de San Valentín. Aun así, lo más bonito era que el IEN fusionaba la cultura norteamericana con la catalana. También celebrábamos Sant Jordi. No te pedían que renunciaras a nada.
Durante muchos años, formó parte del Comité de Estudiantes del IEN.
Yo siempre me apunto a todo. Entonces ya tenía mucha iniciativa y me encantaba organizar cosas. Cuando descubrí el Comité de Estudiantes, enseguida me inscribí en todas las actividades que realizaban. Eran ideales para practicar el inglés y seguir descubriendo la cultura estadounidense. Hacíamos excursiones, almuerzos, visitas culturales… ¡Incluso teníamos una compañía de teatro! Con el paso del tiempo, fui yo quien se acabó encargando de dinamizar todo este tipo de actividades.
En España existía una dictadura. ¿Cómo encajaba el IEN?
El IEN dio a Barcelona y a sus habitantes la oportunidad de conocer culturas diversas en un momento en que poder vivir de forma diferente en España era complicado. De hecho, introdujo en la ciudad cosas sorprendentes. Para decidir los miembros del Comité de Estudiantes, votábamos. Editábamos panfletos con eslóganes, hacíamos actos políticos, discutíamos el programa… Sin ser conscientes de ello, éramos una pequeña democracia en medio de un régimen que todavía era dictatorial. En esos momentos, esto en España era insólito. Gracias a los votos, llegué a ser vicepresidenta del Comité de Estudiantes y ser miembro durante dos legislaturas.
Pero en 1967 su vida dio un giro.
Sí, y el IEN tuvo mucho que ver. Un día, el Instituto me propuso que me presentara a una beca que concedía el prestigioso diario estadounidense Herald Tribune. Estaban buscando un chico o una chica de España para ir a vivir y representar a su país en Estados Unidos durante cuatro meses. Pensaron que yo podría encajar. Presenté la solicitud, pasé todas las pruebas y me dieron la beca. Estaba contentísima. En casa no les hizo mucha gracia porque tenía solo 17 años, pero entendieron que suponía una gran oportunidad para mí. Por fin podría pisar por primera vez Estados Unidos. Esta beca es una de las cosas más maravillosas que jamás me ha pasado en la vida. Me permitió convivir con más de 40 chicos y chicas de 40 países de todo el mundo. En ese momento, esto era impensable. De esa experiencia, hoy todavía conservo muchos amigos. Aprendí a mirar la vida de otra forma.
¿Estados Unidos era como se imaginaba?
El país encajó perfectamente con la imagen que me había hecho. Era un lugar lleno de innovaciones: televisores en color, electrodomésticos de última generación, coches modernísimos… Fue como vivir en una película. Durante esos cuatro meses conviví con una familia estadounidense de clase trabajadora, pero tenían una casa preciosa, dos coches, un jardín… Era otro mundo. Allí, la sociedad era muy distinta. Por ejemplo, me sorprendió mucho que los alumnos del instituto, durante los fines de semana, arreglaran el jardín de las casas de los vecinos a cambio de dinero. Y no era dinero en negro. ¡Contribuían a pagar los impuestos! Tenían otra forma de funcionar. En Estados Unidos, todavía hoy, existe un gran patriotismo. Hay gente de muchas nacionalidades distintas, que conservan sus tradiciones, pero que sienten Estados Unidos como el país que han construido juntos. De todas formas, si bien es cierto que tienen mucha formación en geografía y política interna, desconocen cómo funciona la vida en otros países, como en España. Eso sí: en Barcelona, muchos han estado y todo el mundo la conoce. Valoran especialmente el tiempo, la gastronomía y la cultura. El Barça y Gaudí han enseñado la ciudad en el mundo.
¿Cómo ve el IEN, hoy en día?
Los tiempos han cambiado mucho. Hoy, el IEN tiene la oportunidad de ser un puente entre la cultura catalana y española y la cultura norteamericana. Cuando yo fui miembro, el contexto político, económico y social en España era complicado. De hecho, era Estados Unidos de quien podíamos aprender cosas. Hoy, el mundo es distinto. También nosotros podemos aportar cosas a Estados Unidos. El IEN debe seguir trabajando para fortalecer el vínculo cultural entre ambas culturas, que todavía no han terminado de conocerse.
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