Mario Gas: «Hacer teatro en el IEN dio forma a mi personalidad y la visión que tengo del mundo»
Actor; director de teatro, cine y ópera; doblador y gestor cultural.
Fuente: Biblioteca Virtual de la Diputació de Barcelona.
El 3 de abril de 1968 por la noche, el teatro del Instituto de Estudios Norteamericanos (IEN) empezó a llenarse a tope. La compañía GOGO Teatro Experimental Independiente estaba a punto de estrenar Incidente en Vichy, una obra de Arthur Miller que nunca se había podido ver en España. En las butacas, el público hojeaba el programa de mano y repasaba a los miembros del reparto. Encarnando el papel del médico Leduc -uno de los protagonistas del montaje- leían el nombre de Mario Gas. Entonces era un joven de 22 años que, desde hacía un tiempo, se había interesado por el arte dramático. Había llamado a la puerta del grupo de teatro del IEN y Santiago Sans, el fundador de la compañía, le había abierto la puerta de par en par. Desde ese día, trabajaron juntos en varios montajes. Con la compañía, Gas llegó a firmar la dirección de puestas en escena como Un sabor a miel (1967) de Shelagh Delaney o El Adefesio (1968), de Rafael Alberti.
Estos fueron los inicios de la carrera artística que ha llevado a Mario Gas a ser considerado uno de los grandes nombres de la escena teatral catalana y española. En 1976, dirigió el Festival Grec de Barcelona y, entre 2004 y 2012, tomó el reto de dirigir el Teatro Español de Madrid. Como director teatral, ha dirigido más de 50 montajes. Como actor, ha representado obras míticas como Don Juan de José Zorrilla; Electra de Sófocles o Edipo, tirano, de Sófocles y Heiner Müller. También ha aparecido en la gran pantalla, en películas como Amic/Amat de Ventura Pons o El coronel Macià de Josep Maria Forn. En televisión, en series como Nit i Dia, de TV3. También ha puesto voz a actores como Mel Gibson o Ben Kingsley. A lo largo de su vida, ha recibido el Premio Nacional de Teatro, el Premio Ciutat de Barcelona, el Premio Butaca y varios premios Max.
Este mes, conversamos con él para repasar sus inicios teatrales como miembro de la compañía GOGO, una iniciativa forjada en el marco del IEN, pero también para seguir el papel cultural que jugó el instituto en la Barcelona de las décadas de 1960 y 1970.
¿Recuerdas la primera vez que entraste en el IEN?
Sí. Fue en 1962. Entonces, estaba cursando sexto de bachillerato en el Institut Jaume Balmes. Un día, mi padre, que siempre se había preocupado mucho por abrirme la puerta a nuevos conocimientos, se me acercó y me dijo: te he inscrito a aprender inglés en el IEN. Me tocó un profesor fantástico: Edward K. Flagler. Me encantó. Aquel primer contacto con el IEN duró poco: al año, dos de mis amigos cambiaron de escuela y yo les seguí.
Pero el vínculo con el IEN renació pronto…
Exacto. En 1964 volví. Ese año había empezado a estudiar en la Facultad de Derecho y decidí compaginarlo con un nuevo curso en el IEN. Entonces era una escuela moderna, que tenía un edificio impresionante y que, además, estaba rodeado por una
Vía Augusta con un bulevar central que llenaba la zona de vida. Me encantaba. Un día, bajando por la escalera del instituto, me llamó la atención un cartel con un mensaje: «Buscamos actores para representar la obra El Matrimonio del señor Mississippi«. También había unas coordenadas: «Si estás interesado, ven al salón-teatro del IEN y pregunta por Santiago Sans». Yo ya había hecho teatro con el grupo universitario de la Facultad de Derecho y justamente habíamos representado la misma obra. Tenía mucha curiosidad por saber cómo la trabajarían.
Y fuiste. ¿Qué encontraste cuando abriste la puerta?
De entrada, un teatro fantástico. En medio de la sala, un chico bajito y vivaracho. Era muy joven. Se llamaba Santiago Sans. Le expliqué que venía a pedir información para participar en la obra. Me dijo que les faltaba un actor y acepté el papel. Fue así como entré a formar parte de la compañía GOGO Teatro Experimental Independiente Al día siguiente, caminando por la facultad, volví a cruzarme Santi. Resulta que también estudiaba derecho. Fue el inicio de una amistad muy profunda.
¿Cómo definirías a la compañía GOGO Teatro Experimental Independiente?
Era un grupo de teatro formado por personas que eran fanáticas de este arte. Nos pasábamos horas discutiendo qué obras representaríamos, ensayándolas, p
ensando y repensando la escenografía y el vestuario… Fundamentalmente, trabajábamos textos de teatro americano o anglosajón, pero también de autores españoles y europeos. Además, cada dos años organizábamos un ciclo de teatro americano en inglés y castellano.
¿Cómo encajaba GOGO en el IEN?
La iniciativa había surgido del Comité de Estudiantes del IEN, animados por Santi Sans y Carles Canut, que también estudiaba en el centro. Convencieron a Edward K. Flagler -que había pasado a ser jefe de estudios del IEN- para que cada nuevo matriculado en el instituto aportara 5 pesetas al mantenimiento del teatro. Como teníamos una sala a nuestra disposición todos los días del año, podíamos ensayar las obras muy bien y aprendimos muchísimo. Con estas facilidades, la compañía GOGO se convirtió, sin duda alguna, en una de las iniciativas con voz y voto dentro del panorama teatral independiente barcelonés.
De hecho, han salido grandes nombres de la interpretación.
Por supuesto. Éramos una treintena de miembros. Algunos se han dedicado al mundo del teatro y han tenido brillantes trayectorias. Podría citar a muchos: Santi Sans, Carlos Canut, Emma Cohen, Carlos Velado, Paco Albor, Camilo García Casar… Éste último, por ejemplo, ha sido uno de los mejores actores y dobladores de doblaje español de todos los tiempos.
¿Qué significaba para el IEN contar con una iniciativa así?
De entrada, a través de nuestras obras, se fomentaba la relación entre la cultura norteamericana y española. Aparte de eso, el teatro era un espacio cohesionador. El edificio tenía un montón de plantas llenas de aulas y, cada día, por los pasillos pasaba un montón de gente. Sin embargo, el IEN no era un lugar donde sólo ibas a aprender inglés: era un espacio de socialización, donde hacer amigos, compartir ideas y pasárselo muy bien. Todo ello en un contexto muy concreto: el del tardofranquismo.
¿Cómo le condicionó el contexto político de la época?
A los grupos de teatro independiente de Barcelona como GOGO nos unía unos ingredientes comunes. Para empezar, las ganas y la inquietud de hacer teatro, pero también un talante antifranquista y ganas de convertir a las compañías en un hervidor cultural. Llevábamos a escena textos como El Adefesio, de Rafael Alberti, que todavía estaban prohibidos en España. En ese caso, por ejemplo, nos denegaron el permiso para representarla. Yo viajé a Madrid y conseguí que nos dieran permiso para realizar al menos seis sesiones. Cuando en 1967, Santi Sans tuvo que marcharse a realizar el servicio militar, yo cogí la dirección de los montajes. Quise hacer un ciclo con obras como Chips with everything, de Arnold Wesker o que siguieran el formato de Living Newspaper, que representaba en el escenario eventos de la actualidad. Todas eran de autores demasiado de izquierdas en aquellos tiempos y eso no gustó al IEN, que siempre nos habían dado manga ancha. Acabé rompiendo la relación.
Se cerró una etapa. ¿Cuáles son los mejores momentos que viviste?
Fueron muchos. En primer lugar, destacaría la pasión con la que hacíamos todo esto. Éramos una compañía independiente, pero que estábamos muy cerca de profesionalizarnos. Siempre llenábamos el teatro del IEN y habíamos hecho giras por Cataluña y el sur de Francia. A mí me hubiera gustado dar el paso y lo hablé con el Instituto, pero me dijeron que no entraba en el objetivo del plan de estudios. Todos los que formábamos parte de GOGO nos sentíamos muy implicados. Empecé amistades eternas. Era más que teatro: era desenfreno, fiestas, madrugadas, borracheras… Fue una experiencia vital muy importante. También para el público. En 1984, dirigiendo una ópera en el Teatro Maria Guerrero de Madrid, entró a saludarnos en el camerino el ministro Ernest Lluch. Nos dijo: «me ha transportado a los montajes que hacías en el IEN». Resulta que no se perdía ni uno.
¿Qué ha significado GOGO y el IEN para tu trayectoria artística?
Fue un lugar que sacudió muchísimo la sociedad universitaria, en general. Todos teníamos muchas ansias de cultura. Los años de GOGO en el IEN ayudaron a conformar mi personalidad y la visión que hoy tengo del mundo.
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