Emma Marwood: «Para muchos ciudadanos estadounidenses, poder vivir en Barcelona es un sueño»
Por Marc Amat
Emma Marwood es cónsul general en funciones del Consulado General de Estados Unidos en Barcelona. Tras ejercer como diplomática en Washington, Sao Paulo y la Ciudad de México, llegó al consulado barcelonés en agosto del año pasado. Desde entonces, ha trabajado intensamente en la creación de puentes culturales, políticos, sociales y económicos entre Estados Unidos y Cataluña, Aragón y Andorra, a través del impulso de proyectos como Academy for Women Entrepeneurs -dirigido a mujeres emprendedoras- o del American Space Barcelona, un espacio integrado en la Biblioteca Ignasi Iglésias-Can Fabra donde se promueve el intercambio cultural con Estados Unidos, a través de actividades y talleres gratuitos abiertos al público, en especial a los jóvenes y a la comunidad educativa.
El consulado de Estados Unidos en Barcelona es uno de los más antiguos que tiene el país en la Unión Europea.
Exacto. Concretamente, fue el tercero que se abrió, después del de Belfast y el de Nápoles. Se creó el 29 de diciembre de 1797, bajo el mandato de John Adams, el segundo presidente de Estados Unidos. Entonces Barcelona era una ciudad fuertemente industrializada y tenía un gran espíritu comercial. Para una democracia joven como la nuestra, era importante tejer relaciones con una ciudad de estas características. Con el paso del tiempo, las funciones del consulado se fueron diversificando. Hoy, procuramos ofrecer servicios a los ciudadanos estadounidenses que residen o viajan a nuestro distrito consular; promovemos los valores de nuestro país a través de proyectos de intercambio y actividades educativas y estrechamos los vínculos políticos y económicos entre Estados Unidos y Barcelona, entre otros. Cada día es diferente. Es una de las cosas que más me gusta de trabajar en el Consulado.
En el consulado, no sólo tramitan pasaportes. ¿Qué tipo de proyectos llevan a cabo?
Hacemos muchos, siempre con el objetivo de construir puentes entre EE.UU. y la región. Últimamente, hemos hecho hincapié en promover los valores de la innovación, del emprendimiento y de la creatividad. Lo hemos hecho a través de las ediciones en Catalunya y Aragón de Academy for Women Entrepeneurs, un programa de emprendimiento gratuito financiado por el Departamento de Estado de EE.UU. con el objetivo de impulsar el desarrollo de proyectos emprendedores que estén liderados por mujeres. Con programas así les podemos abrir muchas puertas en Estados Unidos, pero también las abrimos aquí: hay personas que se han conocido en nuestros eventos y que después, han continuado haciendo cosas juntas. También tenemos en marcha programas de intercambio que ponen en contacto a personalidades del ámbito político, social, económico y cultural con profesionales del mismo ámbito, pero en Estados Unidos. Es una forma muy interesante de difundir la cultura y los valores de la sociedad norteamericana.
Más allá de sus programas, la cultura norteamericana llega también a Barcelona a través de organismos como el Instituto de Estudios Norteamericanos.
Sí, y son instituciones muy importantes. Desde hace años, la cultura norteamericana llega a Barcelona desde distintos frentes. No hace falta que la ciudadanía acuda al consulado para conocer nuestras tradiciones. Gracias a la existencia de iniciativas como el Instituto de Estudios Norteamericanos, la cultura llega a los barceloneses a través de sus actividades. Durante décadas fueron un referente en la ciudad en la enseñanza del inglés. Nosotros mantenemos una estrecha relación y apreciamos mucho todos los proyectos que impulsan. Que haya organismos así, que divulguen la cultura norteamericana en Barcelona, es importante porque llegan allá donde nosotros no llegamos.
Pero, por ejemplo, han llegado a las bibliotecas de Barcelona, con el proyecto American Space.
No nos detenemos. Desde hace cinco años, colaboramos con el Distrito de Sant Andreu y Biblioteques de Barcelona. Gracias al apoyo de estas instituciones hemos podido crear el American Space Barcelona, un espacio situado en la Biblioteca Ignasi Iglésias – Can Fabra donde llevamos a cabo actividades para potenciar las competencias y habilidades de los jóvenes catalanes que quieran mejorar su inglés o quieran ir a estudiar a Estados Unidos. Allí también pueden encontrar información sobre el país, y acceder a talleres gratuitos relacionados, por ejemplo, con la fabricación digital, la robótica, la impresión 3D o la realidad virtual.
¿Qué puntos en común comparten la cultura catalana y la estadounidense?
Por lo general, todos los países de Europa tienen una cultura y una historia muy marcada. Cada lugar tiene sus propios elementos icónicos y sus tradiciones. En cambio, tengo la sensación de que la gente de aquí ve a Estados Unidos como una sola unidad, con las mismas costumbres, pero son estereotipos. Al igual que España no es jamón, toros y fútbol, Estados Unidos no es sólo hamburguesas y béisbol. Como en todas partes, también tenemos una gran diversidad regional. Soy de Nueva York y, seguramente, tengo más cosas en común con alguien de Barcelona que con alguien de un pueblo rural de Montana, por ejemplo.
Usted llegó a Barcelona en el 2020, en plena pandemia. ¿Cómo lo vivió?
En agosto de 2020 llegué al consulado como cónsul responsable de la diplomacia pública. Nunca había estado en Barcelona. La gente es muy amigable y abierta. Siempre tienen ganas de ayudarte. Además, es un lugar con una gran riqueza cultural y gastronómica, aunque tengo la sensación de que hay que reivindicarla más. Cuando hablo con gente de Estados Unidos y les cuento que ahora vivo en Barcelona, todo son elogios. Para mucha gente es como un sueño y hay quien la considera su ciudad preferida. Personalmente, a nivel de habitantes, es la ciudad más pequeña en la que he vivido, pero tiene todo lo que tienen las grandes ciudades del mundo. Cuando la gente de aquí viaja a Estados Unidos y se aleja de las zonas más turísticas, descubre que somos también una sociedad muy hospitalaria y cálida.
De hecho, usted ha trabajado en distintas ciudades.
Sí. De pequeña, mi primer intercambio fuera de Estados Unidos fue, precisamente, en España, en el pequeño municipio andaluz de Conil de la Frontera. Viví durante un mes con una familia de allí y estudié el español. También fui mucho a la playa y disfruté de lo lindo de la comida, que era buenísima. Cuando terminé el instituto, ya tenía claro que quería cursar relaciones internacionales. Lo hice en Washington. Me encantaban los idiomas y me apunté a portugués y árabe. Cuando terminé los estudios hice las oposiciones para trabajar en la administración pública estadounidense. Mi primer destino fue Sao Paulo, en Brasil. Luego me destinaron a la ciudad de México. Al cabo de un tiempo volví a trabajar en Washington, pero el destino me llevó de nuevo hacia México, que es un país que me encanta y donde conocí a mi marido y nació mi hija. De ahí ya llegué a Barcelona. Siempre he trabajado haciendo tareas de comunicación, prensa, educación, intercambio cultural, diplomacia pública…
¿Qué gana Barcelona teniendo un consulado de Estados Unidos?
En primer lugar, gana un punto de contacto con el gobierno estadounidense. Nosotros estamos aquí para ayudar a nuestros ciudadanos, pero también para crear puentes y fomentar las relaciones entre los dos países. Evidentemente, esto es posible también gracias a nuestros empleados locales, que nos ayudan cada día a entender cómo funciona la sociedad y la cultura de aquí y así poder profundizar más en ella. Para nosotros, es fundamental conocerla lo mejor posible para que luego esta relación sea más fructífera. Afortunadamente, hay cada vez más organizaciones que como el Instituto de Estudios Norteamericanos contribuyen a lograr este objetivo.
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