Alexis Roig: «Estados Unidos ya identifica a Barcelona como un polo tecnológico y científico a tener en cuenta»
En 2018, las principales organizaciones del ecosistema de ciencia, tecnología, políticas públicas y relaciones internacionales de Barcelona se reunieron. Sobre la mesa tenían un objetivo claro: situar la capital catalana como un actor mundial líder en ciencia y tecnología gracias a la articulación de una potente estrategia de diplomacia científica. De ese encuentro salió un manifiesto que firmaron cerca de 200 científicos de renombre mundial, los rectores de las universidades catalanas, expertos tecnológicos y profesionales del campo de las relaciones internacionales y personalidades del mundo político, entre otros. El texto se convirtió en la semilla de SciTech DiploHub, Barcelona Science and Technology Diplomacy Hub. Se trata de una asociación pública-privada sin ánimo de lucro pionera que cuenta con el apoyo de centros de investigación líderes, universidades, entidades, start-ups, corporaciones e instituciones públicas que trabaja para posicionar Barcelona como un laboratorio global de diplomacia científica.
Desde entonces, este nuevo proyecto colectivo no ha dejado de trabajar. Hoy, se ha convertido en la agencia ejecutiva que se encarga de desplegar la estrategia de diplomacia científica de Barcelona y tiene en marcha iniciativas de todo tipo: desde el ámbito de la formación y capacitación hasta la representación del ecosistema en organismos y eventos de alcance mundial. Pero ¿en qué consiste la diplomacia científica? ¿Cómo contribuye a fortalecer los puentes que conectan el ecosistema tecnológico y científico catalán con el estadounidense? ¿Qué narrativa articulan y qué mecanismos utilizan para explicar la riqueza de Barcelona en estos ámbitos? Lo preguntamos a Alexis Roig, CEO de SciTech DiploHub y Chief Science and Tech Envoy de Barcelona
SciTech DiploHub nació en el 2018. ¿Qué lo impulsó?
Fue una combinación de factores. Por un lado, Barcelona siempre ha tenido una gran vocación internacional y ha ejercido una buena diplomacia de ciudad. En cierto modo, se había convertido en una ciudad líder en el mundo del municipalismo global. En paralelo, cada vez había más países que empezaban a desarrollar una estrategia bien definida de diplomacia científica. Se habían dado cuenta que, mediante la ciencia y la tecnología, podían influir en mejorar sus relaciones internacionales. Con estos dos factores sobre la mesa, era cuestión de tiempo que en Barcelona surgiera una iniciativa como la nuestra.
El concepto de diplomacia cultural está más extendido que el de diplomacia científica. ¿A qué lo atribuye?
Sencillamente, porque es un concepto más novedoso. Si bien la diplomacia científica viene de lejos, hace tan sólo unos quince años que se practica de forma estructurada. De la misma forma que la diplomacia cultural se sirve de la música o la gastronomía para fortalecer lazos con otros países, la diplomacia científica aprovecha el poder suave de la ciencia y la tecnología para tejer relaciones internacionales. La definición más formada de este campo no apareció hasta 2010, en manos de la británica Royal Society y de la Asociación americana por el avance de la ciencia (AAAS). Hoy nadie duda del poder que tiene la ciencia y la tecnología en el campo de la geopolítica. Lo hemos visto con la pandemia, con la gestión del cambio climático, con la regulación del uso ético de nuevas tecnologías como la inteligencia artificial…
¿Qué mecanismos utiliza SciTech DiploHub para explicar Barcelona en el mundo?
Un montón. Por un lado, representamos el ecosistema científico y tecnológico barcelonés en los principales foros y eventos globales del sector. Hemos estado en la COP27, en el Foro Mundial de la Ciencia de la UNESCO, en el Science Policy Forum de Naciones Unidas… También organizamos programas de capacitación y de formación. Por ejemplo, cada año realizamos una escuela de verano que reúne durante una semana en Barcelona a 50 altos cargos de más de 30 países. Además, realizamos formaciones ad hoc para gobiernos de otros países que quieren mejorar su estrategia de diplomacia científica y organizamos los Barcelona Innovation Day.
¿En qué consisten?
Escogemos una ciudad referente en el ámbito científico y tecnológico e invitamos acerca de un centenar de representantes de nuestro ecosistema a visitarla. Allí, hacemos que se encuentren con sus homólogos. De estos encuentros sale un rico intercambio de ideas y buenas prácticas en campos como el de la retención y la captación del talento o la transferencia tecnológica de las universidades a la sociedad. Ya hemos visitado Boston, Londres, Shanghái y Ciudad de México, por ejemplo.
También se acercan a los consulados y embajadas.
Sí. Nos acercamos al cuerpo diplomático a través de iniciativas como Diplomatic Circle. Nos dimos cuenta de que conocían mucho al país y la ciudad a nivel político, económico y social, pero que en cambio la ciencia y la tecnología les quedaba lejos. Para intentar remediarlo, cada dos meses organizamos encuentros con los consulados y embajadas que ofrecen servicio en Barcelona para que conozcan de primera mano proyectos científicos y tecnológicos pioneros que están llevando a cabo las universidades, los centros de investigación o las empresas catalanas.
Hasta ahora, ¿Barcelona no se había explicado al mundo desde el punto de vista científico?
En los últimos 20 años se ha hecho un muy buen trabajo para posicionar la ciudad en el mundo, pero se ha basado en la atractividad: atraer inversión, empresas, turismo, talento… Esto está bien, pero aparte de ser una ciudad atractiva debe ser influyente. Barcelona debe presentarse al mundo como un compañero de confianza con quien hacer ciencia, negocios, tecnología…
¿Qué imagen tiene Estados Unidos del ecosistema científico y tecnológico barcelonés?
Hace seis o siete años, debíamos explicarles que somos una ciudad muy importante en estos campos. Hoy, ya lo asocian automáticamente. La relación entre Barcelona y Estados Unidos todavía está sesgada: muchos profesionales se marchan a formarse a trabajar en su ecosistema. Sin embargo, el número de estadounidenses que aterrizan en Barcelona sigue creciendo. Hoy existen unos 5.500. De éstos, el 70% trabajan en la industria de la tecnología y el conocimiento. Esto es una buena noticia.
¿Qué les ofrece Barcelona?
Primero, un montón de atractivos intangibles: una climatología y una geografía privilegiada, una cultura atractiva, buenas conexiones aéreas, una buena calidad de vida, unos salarios asequibles para las empresas multinacionales… Sin embargo, si ha habido una eclosión científica ha sido por las tres T. Barcelona junta tecnología, talento y tolerancia de la sociedad, que es clave para que surjan nuevas ideas. Eventos como el Mobile World Congress nos han ayudado mucho a posicionar internacionalmente Barcelona en el ámbito científico y tecnológico. Nosotros aprovechamos las visitas de los congresistas para llevarlos a visitar grandes infraestructuras del sector, como el Barcelona Supercomputing Centre o el Parque de Investigación Biomédica. Así, cuando más adelante buscan una nueva ubicación en la que abrir una sede o un ecosistema con el que tejer relaciones, tienen en cuenta Barcelona.
Aun así, muchos profesionales de aquí prefieren marcharse a trabajar a Estados Unidos. ¿A qué lo atribuye?
Nos faltan recursos en las universidades y centros de investigación. A diferencia de sus centros universitarios, en Cataluña tenemos una financiación muy limitada. También debería replantearse el modelo de gobernanza de las universidades y revisar al alza los sueldos que las empresas del sector privado pagan al talento que trabaja. Los inversores locales aún prefieren invertir en sectores más tradicionales porque los consideran menos arriesgado que el de las start-ups, existen dificultades para atraer capital riesgo extranjero al sector y carecen de mecanismos para inyectar financiación a los proyectos que nacen. Además, el mecenazgo científico también choca con regulaciones muy estrictas. Sin embargo, a pesar de este panorama, tenemos un montón de casos de éxito y resultados brutales. Con mucha menos financiación que universidades americanas de primer orden, se publican un gran número de publicaciones científicas y se consigue un buen reconocimiento internacional. Se está haciendo un gran trabajo para situar Barcelona en el mapa internacional y seguiremos trabajando en él. En muy poco tiempo, hemos conseguido metas que nos parecían impensables, como conseguir que Barcelona tenga voz y voto en el Consejo Internacional de la Ciencia, uno de los organismos mundiales más relevantes, donde se deciden cuestiones como la regulación de la bioética.
Etiquetas
Categorias