Los músicos de jazz: dos actitudes
A lo largo de los ciento veinticinco años de historia del jazz, podemos detectar, simplificando, dos tendencias divergentes en la actitud de los músicos respecto al público y, en consecuencia, también en el tipo de música que hacen. Como en todo, existen matices y posiciones intermedias, pero, en cualquier caso, hay dos polos bien definidos. Por un lado, encontramos el músico que quiere establecer una comunicación cálida y directa con los oyentes; mientras que, en el polo opuesto, tenemos al músico que adopta una actitud distante, que parece prescindir de la presencia del público y aparece como un ser abstraído, pensativo. El primero ofrece una música comprensible, cercana, vibrante. El segundo ofrece una música fría, difícil, intrincada, de comprensión y disfrute difíciles e improbables.
En la tendencia que adopta cada músico influyen factores diversos: por descontado i, en primer lugar, su manera de ser, es decir, su personalidad, su carácter; en segundo lugar, el entorno en el que se ha formado, crecido y desarrolla; y en tercer lugar, y quizás decisivo, hacia que sector de posibles oyentes orienta su trabajo, es decir, a qué auditorio dirige su música. Creemos que es en este tercer factor donde podemos encontrar los incentivos que acercan al músico hacia alguno de los dos polos que hemos comentado anteriormente. Por supuesto, en la trayectoria de un músico este tercer factor puede ser cambiante, puede modificarse con el tiempo.
Durante los primeros cincuenta años, la música jazz se hacía en lugares de diversión, cabarets, salas de baile, music-halls, etc. La música no podía ser de otra manera que cálida, directa, festiva, bailable, etc.… i la actitud del músico empática, divertida e, incluso, cómica. El receptor de lo que hacía el músico era el mismo público, que además actuaba como juez para elevar o no a un músico a la fama.
A mediados de los años treinta, a través de la prensa, revistas, libros, etc., aparece un nuevo estamento influyente en el mundo del jazz: la crítica especializada, integrada mayoritariamente por críticos blancos de formación clásica, con sus criterios y prejuicios. Paralelamente, muchos músicos se forman en conservatorios como la Juilliard School de Nueva York. Estos dos elementos: la crítica musical, con poder e influencia, y el entorno profesional surgido de la academia, poseedor de las sublimidades musicales, aparecen como los nuevos receptores y jueces de lo que sucede en el mundo del jazz. Es a partir de aquí cuando cambia la actitud de muchos músicos, especialmente de los jóvenes que emergen en este nuevo entorno. El músico toca y actúa pensando en lo que dirán de él los críticos (capacidad innovadora, superación de lo que se ha hecho hasta entonces, etc.), y también en estar a la altura de sus colegas; todo ello revestido de una actitud “seria”, “digna” y “trascendental”. Estas son las dos actitudes con las que se encuentra actualmente el aficionado al jazz.