Navegando por la incertidumbre: Las Implicaciones Transatlánticas de las Próximas Elecciones Presidenciales de los Estados Unidos
Crónica del evento “El Día Después de las Elecciones Presidenciales: Trayectórias EUA-Europa después del 5 de noviembre de 2024”
El 29 d’octubre, el Instituto Barcelona de Estudios Internacionales (IBEI) y el Instituto de Estudios Norte-americanos (IEN) acogieron una mesa redonda con expertos para analizar las repercusiones de las elecciones presidenciales de los Estados Unidos respecto a las relaciones transatlánticas. El evento fue moderado por Jeffrey Michaels, investigador principal del IEN en política exterior y seguridad internacional en el IBEI, con experiencia en el King’s College de Londres y el Changing Character of War Centre d’Oxford.
En el debate participaron figuras de renombre en política internacional, como Victòria Alsina, politóloga i exconsejera de Acción Exterior de la Generalitat de Catalunya, y miembro del patronato del IEN. También participó Pol Morillas, director del CIDOB; Brandon Bohrn, miembro del programa Europa de la Fundación Bertelsmann; Leonard Hockstader, columnista de asuntos europeos en el Washington Post; Jack Thompson, profesor de Estudios Americanos en la Universidad de Amsterdam; y Carlota G. Encina, investigadora del Real Instituto Elcano, especializada en relaciones transatlánticas.
Entendiendo el paisaje electoral americano
Ante una sala llena, Jeffrey Michaels dio paso al debate recordando que no estamos hablando sólo de otro ciclo electoral, sino del paradigma internacional que una victoria de Harris o Trump podría suponer. Según Michaels, el triunfo de Harris significaría continuidad, una estabilidad para Ucrania i una alianza más previsible para Europa. En cambio, en el caso de ganar Trump, según Michaels, “podría significar un giro hacia una política exterior transaccional e impredecible, que no favorece a nadie”. Su relevancia es enorme: va más allá de quien ocupe la Casa Blanca; es un asunto de relevancia global.
Victòria Alsina continuó con un análisis sobre la situación electoral americana, señalando como sus complejidades son a menudo mal interpretadas por las audiencias europeas. “No es una sola elección, son 51 diferentes”, comentó, destacando como las leyes electorales, distintas en cada estado, convierten el mapa electoral de los EUA en un laberinto. Alsina puso énfasis en los estados bisagra (en inglés, swing states)1, donde unos pocos miles de votos podrían decantar la balanza. Pese a ello, en su opinión serán Texas y Florida los lugares especialmente decisivos, debido a los cambios recientes en las leyes electorales respecto al voto por correo, que podrían favorecer a los demócratas. Aún así, advierte que no se puede simplificar la carrera electoral, ya que no hay una única manera cuando se trata de analizar la democracia americana.
La vulnerabilidad de Europa: el riesgo a una presidencia de Trump
En su intervención, Pol Morillas se centró en cómo las elecciones pueden afectar las relaciones transatlánticas. “Harris representa la continuidad de Biden, una demócrata que entiende las dinámicas de cooperación de los valores europeos”, explicó, “pero no esperéis que ponga Europa en el centro”. Morillas aseguró que, pese a que las políticas de Harris se alineen con la visión de la colaboración internacional de la Unión Europea, su foco es principalmente el Indo-Pacífico, donde la competencia con China se intensifica. “Trump, en cambio, no considera a los aliados de la misma manera que Europa. Su política exterior es puramente transaccional”, un amigo hoy que podría ser un adversario mañana, y eso es profundamente inquietante para los europeos, concluyó Morillas.
Lee Hockstader, por su lado, abordó las implicaciones simbólicas y reales de un segundo mandato de Trump. “Muchos europeos han perdido de vista la gravedad del 6 de enero”, afirmó, refiriéndose al asalto al Capitolio; “casi fue un golpe de estado, y eso dice mucho sobre la fragilidad de las instituciones democráticas de hoy en día”. Además, señaló como Trump, en un segundo mandato, estaría motivado y libre de las restricciones que tenía antes. “Se siente incómodo con las normas internacionales y no le interesan las formalidades. La doctrina de Trump es simple: los EUA son únicos, no hay nadie igual, especialmente cuando se relaciona con otros países en fórums internacionales”. Para Europa esto podría significar una actitud más agresiva y unilateral de los EUA, especialmente en las relaciones con China, cosa que podría amenazar la unidad de la OTAN y desestabilizar aún más las relaciones transatlánticas.
Brandon Bohrn ofreció una visión inquietante sobre la dependencia de Europa respecto a los EUA y la situación precaria en la que se podría encontrar en caso de Trump volviese al poder. “Alemania es particularmente vulnerable en este caso, como pilar militar y económico principal de Europa. La dependencia europea del gasto militar de los EUA es un riesgo que Trump podría desestabilizar”. Bohrn advirtió que la UE afrontaría una presión enorme para substituir el hueco que la retirada de las tropas norteamericanas supondría. “Con Harris, Europa podría esperar cierto nivel de continuidad, pero con Trump la dinámica cambiaría rápidamente y de manera impredecible”. “Trump no estaba preparado para gobernar la última vez”, añadió, “necesitaba recomendaciones, consejo de expertos… ahora su requisito es lealtad incuestionable”.
Les raíces del nacionalismo americano
A medida que la discusión avanzaba, Jack Thompson desarrolló un contexto histórico sobre el nacionalismo americano. “De lo que muchos no se dan cuenta es que el nacionalismo de los EUA tiene raíces profundas; es la estrategia americana original”, afirmó. Trazando una cronología desde la Guerra de Independencia de los EUA hasta la Primera Guerra Mundial, Thompson explicó cómo la identidad americana siempre ha estado ligada a la idea de ser únicos, mejores y, sobre todo, líderes.
“La Guerra Fría creó un consenso internacional donde los EUA lideraban una red de aliados. Pero este consenso, que se había ido desintegrando a lo largo de los años, ahora ya empieza a desaparecer”. Thompson continuó argumentando como cada uno de los candidatos representa aspectos de este legado histórico: Harris, como una multilateralista, continuaría con el enfoque de alianzas de Biden, mientras que el nacionalismo de Trump se ahondaría, poniendo un foco agresivo hacia China y reduciendo el papel de los EUA en Europa.
Qué les espera a las relaciones EUA-UE
Carlota Encina concluyó el debate con un análisis de los posibles escenarios: “Hablamos de cuatro resultados posibles: una gran victoria de Harris, una victoria ajustada de Harris, una gran victoria de Trump o una victoria ajustada de Trump. Pero, realmente, una gran victoria de Trump es poco probable.”
“Las relaciones EUA-UE se basan en tres pilares: las relaciones entre la Unión Europea y Washington, la OTAN y Washington y los nexos bilaterales entre cada país europeo y los EUA. Si gana Kamala, los dos primeros se reforzarán, mientras que una victoria de Trump impulsaría las relaciones de este último caso”, añadió Encina subrayando los retos que una victoria de Trump supondría. “Su política exterior es puramente transaccional, pero podría haber un aspecto positivo: Europa se verá finalmente forzada a reforzar su autonomía y reducir su dependencia del apoyo norte-americano”.
En concreto, aconsejó que España ha de reforzar sus lazos bilaterales estratégicos, que incluyen bases militares norte-americanas, inversiones económicas e intereses compartidos en energía y seguridad para mejorar su papel en la defensa internacional. Con la creciente importancia de la OTAN, el compromiso de España de lograr una inversión del 2% en gasto militar para el 2029 evidencia su propuesta por la seguridad colectiva. No obstante, España debería centrarse en reforzar sus relaciones bilaterales para garantizar una presencia activa e influyente en asuntos de relevancia global.
¿Debería Europa plantearse un futuro sin el apoyo de los EUA?
El público planteó preguntar que reflejaban la preocupación de los ponentes, especialmente por lo que respecta a la posición de la UE en un mundo tan cambiante como el de ahora. «¿Estamos esperando que Estados Unidos lidere a todos?» preguntó un asistente. Jack Thompson respondió con franqueza: “Europa es el socio menor, históricamente hablando. Estados Unidos siempre tendrá más influencia, desarrollo y peso militar”.
Los Estados Unidos se adapta más rápidamente a un mundo multipolar, mientras que la UE todavía está decidiéndose. Brandon Bohrn amplió este punto, señalando la necesidad de que Europa recalibre sus prioridades de defensa: «No se trata solo de gastar más, sino de gastar inteligentemente; saber dónde destinar los recursos y construir resiliencia, algo que la crisis de Ucrania ha puesto en evidencia para la UE».
Pol Morillas profundizó en la discusión, destacando que las opciones de Europa no son solo blanco o negro: “Existen muchas maneras de abordar la defensa, y no hay una única solución que funcione para todos. Debemos recordar que la defensa no es solo fuerza militar, sino también mantener alianzas sólidas y una diplomacia efectiva”.
Victòria Alsina compartió su visión sobre las limitaciones de Europa a la hora de definir su propia política internacional, señalando una falta de voluntad política y de recursos. “Europa quiere actuar de manera autónoma, pero no tiene los medios o el consenso para hacerlo”, observó. Los ponentes coincidieron en que, aunque una presidencia de Harris podría ofrecer cierta tranquilidad en términos de cooperación, un posible regreso de Trump exigiría que Europa redefiniera su estrategia y posiblemente acelerara sus planes para una autonomía estratégica.
El panel se cerró con el recordatorio de Carlota Encina sobre los retos únicos en las relaciones entre Estados Unidos y Europa, independientemente de quién tome posesión. Las implicaciones para Israel, Ucrania y China, así como para las políticas económicas y tecnológicas, serían significativas en cualquier caso, pero el papel de Europa como actor independiente sigue siendo incierto.
La verdad es que Europa debe mirar más allá de las próximas elecciones estadounidenses y comenzar a prepararse para un futuro en el que el apoyo americano no está garantizado. Sea cual sea el resultado el 5 de noviembre, la relación transatlántica, columna vertebral de la estabilidad continental durante décadas, se encuentra en una encrucijada decisiva.